
En 1971, el presidente Richard Nixon declaró a las drogas como el «enemigo público número uno» de Estados Unidos, lanzando una «Guerra contra las Drogas» a escala global. Han pasado más de 50 años. Se ha gastado más de un billón de dólares. Se han librado guerras, se han encarcelado a millones de personas y se han militarizado las fuerzas policiales de todo un continente.
La versión oficial es la de una cruzada moral y legal. Una lucha noble para proteger a nuestros hijos, limpiar nuestras calles y desmantelar los cárteles violentos que envenenan a la sociedad. Es una narrativa de buenos contra malos, de orden contra caos.
Pero aquí está la anomalía más flagrante: después de medio siglo de «guerra», las drogas son más baratas, más puras y más accesibles que nunca. Los cárteles son más ricos y poderosos. La guerra ha fracasado en todos y cada uno de sus objetivos declarados.
Este expediente no cuestiona la devastación causada por las drogas. Examina la propia guerra. ¿Es posible que una superpotencia mundial, con el mayor presupuesto militar y de inteligencia de la historia, sea tan monumentalmente incompetente? ¿O es que el fracaso es el objetivo? ¿Es la «Guerra contra las Drogas» una farsa, una operación encubierta cuyos verdaderos objetivos no son la erradicación, sino el control de un mercado multimillonario y el mantenimiento del poder geopolítico?
Capítulo 1: La Versión Oficial – Una Cruzada por la Salud y la Seguridad
La narrativa pública de la Guerra contra las Drogas se ha mantenido notablemente consistente durante cinco décadas. Se basa en la premisa de que las drogas ilícitas son una amenaza existencial para la salud pública, la seguridad nacional y la estabilidad social.
El marco de la guerra se apoya en tres pilares de acción:
- Interdicción y Erradicación en el Origen: Esto implica la cooperación (o intervención) con países productores como Colombia, México y Afganistán para destruir cultivos de coca y amapola, y desmantelar laboratorios de producción. Programas como el Plan Colombia han canalizado miles de millones de dólares en ayuda militar y entrenamiento.
- Aplicación de la Ley a Nivel Nacional: A nivel doméstico, la estrategia se centra en la creación de agencias especializadas como la DEA (Administración para el Control de Drogas) y la implementación de leyes de «mano dura» con sentencias mínimas obligatorias. El objetivo es arrestar a traficantes y distribuidores para interrumpir la cadena de suministro en las calles.
- Prevención y Tratamiento: Este es el componente de «salud pública» de la guerra, que incluye campañas de concienciación como «Just Say No» y la financiación de programas de rehabilitación para adictos.
Oficialmente, cada decomiso de droga, cada arresto de un capo y cada campaña publicitaria se presentan como victorias en esta larga y difícil lucha. El objetivo final, según esta narrativa, es un mundo libre de drogas, y cualquier medida, por costosa o dura que sea, está justificada para alcanzar esa meta.
Capítulo 2: Las Primeras Grietas – Los Aliados Inconfesables
La imagen de una lucha pura del bien contra el mal se desvanece al descubrir que algunas de las agencias que lideran la guerra han sido, en ocasiones, los mayores facilitadores del narcotráfico.
- La Conexión CIA-Contra-Cocaína:
Esta es la grieta más profunda y documentada. En la década de 1980, la CIA apoyó activamente a los Contras, un grupo rebelde que intentaba derrocar al gobierno sandinista en Nicaragua. Cuando el Congreso de EE.UU. cortó la financiación, la CIA buscó fuentes alternativas. La investigación del periodista Gary Webb en su serie «Dark Alliance» (y posteriormente confirmada en parte por informes internos de la propia CIA) reveló que la agencia se asoció con traficantes que introducían toneladas de cocaína en los Estados Unidos. El dinero de la droga se utilizaba para comprar armas para los Contras. La CIA no solo lo sabía, sino que activamente impidió que otras agencias federales investigaran a sus «activos» narcotraficantes. La guerra contra las drogas tenía una excepción: si servía a los intereses geopolíticos de la Agencia. - El Triángulo Dorado y la Heroína:
El patrón no comenzó en los 80. Durante la Guerra de Vietnam, la CIA operó en el Sudeste Asiático, una región conocida como el Triángulo Dorado. Para luchar contra el comunismo, la Agencia se alió con señores de la guerra en Laos y Tailandia cuyo principal negocio era el tráfico de heroína. La aerolínea de la CIA, Air America, fue acusada repetidamente de transportar opio y heroína en sus aviones. - Los Bancos: Los Lavadores Oficiales:
Un negocio de 500 mil millones de dólares al año no puede operar con dinero en efectivo. Necesita ser lavado a través del sistema financiero global. Y los encargados de hacerlo no son oscuros contables, sino algunos de los bancos más grandes del mundo. En 2012, HSBC fue multado con 1.9 mil millones de dólares por lavar al menos 881 millones de dólares para los cárteles de la droga de Sinaloa y del Norte del Valle. Wachovia (ahora parte de Wells Fargo) fue multado por lavar más de 378 mil millones de dólares. Las multas, aunque astronómicas, representaban una pequeña fracción de sus beneficios y ningún ejecutivo fue a la cárcel. La grieta aquí es sistémica: el sistema financiero global necesita la liquidez del narcotráfico para funcionar, especialmente en tiempos de crisis.
Capítulo 3: La Teoría Alternativa – La Guerra como Negocio y Control
La teoría alternativa es que la Guerra contra las Drogas nunca fue diseñada para ser ganada. Es una farsa, una operación multifacética diseñada para lograr tres objetivos encubiertos.
- Es un Mecanismo de Financiación Encubierta:
El narcotráfico es la fuente de financiación perfecta para las «operaciones negras» de las agencias de inteligencia. Genera miles de millones de dólares en efectivo no rastreable que no necesita la aprobación del Congreso. La «guerra» no busca eliminar el mercado, sino gestionarlo: eliminar a los competidores, proteger a los «activos» amigos y asegurar que una parte de los beneficios fluya en la dirección correcta para financiar guerras secretas y operaciones encubiertas en todo el mundo. - Es un Pretexto para la Intervención Geopolítica:
La lucha contra el narcotráfico es la excusa perfecta para la intervención militar y política. Permite a Estados Unidos establecer bases militares, entrenar ejércitos extranjeros, llevar a cabo operaciones de vigilancia y ejercer una inmensa presión sobre los gobiernos de países ricos en recursos, todo bajo la bandera de una noble cruzada. Es una forma de imperialismo del siglo XXI disfrazado de cooperación policial. - Es una Herramienta de Control Social Doméstico:
A nivel interno, la guerra ha sido un éxito rotundo en otros frentes. Ha justificado la erosión de las libertades civiles a través de una mayor vigilancia y leyes más estrictas. Ha alimentado el complejo industrial-penitenciario, convirtiendo el encarcelamiento en un negocio multimillonario. Y, como argumentan críticos como Michelle Alexander, ha sido utilizada como una herramienta para el control social, diezmando a las comunidades minoritarias a través de la encarcelación masiva y creando una subclase permanente privada de derechos.
En esta visión, la guerra no es un fracaso. Es un éxito espectacular en el logro de sus verdaderos objetivos.
Capítulo 4: El Contrapunto Escéptico – Incompetencia Burocrática, no Conspiración
Los escépticos argumentan que atribuir medio siglo de política fallida a una única y coherente conspiración es dar demasiado crédito a la eficiencia del gobierno.
Sostienen que la Guerra contra las Drogas es simplemente el resultado de una inercia burocrática masiva y una serie de decisiones políticas mal concebidas. Los políticos temen parecer «blandos con el crimen», por lo que continúan financiando las mismas estrategias fallidas. Las agencias como la DEA tienen un interés propio en la continuación de la guerra, ya que justifica su existencia y su presupuesto.
Los casos de la CIA, aunque reales, son presentados como acciones de agentes deshonestos o decisiones desesperadas en el contexto de la Guerra Fría, no como una política institucional para gestionar el tráfico de drogas. El lavado de dinero por parte de los bancos se atribuye a la codicia y a una regulación laxa, no a un complot para estabilizar el sistema financiero.
El problema, concluyen, no es que la guerra sea una farsa, sino que es una guerra estúpida e imposible de ganar, perpetuada por una mezcla de miedo, ambición política e incompetencia burocrática.
Conclusión: El Negocio de la Guerra Misma
La Guerra contra las Drogas se nos vendió como una solución. Después de 50 años y un billón de dólares, la evidencia es clara: la guerra misma es el problema. La narrativa oficial de una cruzada moral es insostenible frente a la realidad de su fracaso absoluto en sus objetivos declarados.
La teoría alternativa sugiere que este fracaso es intencionado. Que la guerra no es contra las drogas, sino por el control de su inmenso poder económico y geopolítico. Es una farsa que enriquece a los bancos, financia operaciones secretas y permite el control de poblaciones en el país y en el extranjero.
El expediente de la Guerra contra las Drogas nos deja con una pregunta inquietante. Si después de 50 años, la estrategia no ha cambiado, quizás es porque está funcionando perfectamente. La pregunta final no es cómo ganar la guerra, sino para quién se está luchando realmente.