Le invito a considerar la naturaleza del poder en el siglo XXI. Durante siglos, hemos aprendido a identificar el poder en la forma de gobiernos, ejércitos y bancos centrales. Hemos sido entrenados para observar los palacios presidenciales, los parlamentos y las sedes de las instituciones financieras. Pero, ¿y si mientras mirábamos en esa dirección, un nuevo tipo de poder, más vasto, más sutil y menos responsable que cualquiera de los anteriores, ha surgido para gobernar el mundo?
Este nuevo poder no tiene un ejército tradicional, pero comanda la atención de miles de millones. No imprime dinero, pero controla los flujos de comercio e información que determinan la economía global. No tiene una constitución, pero sus «términos de servicio» y sus algoritmos secretos actúan como una ley universal que rige el discurso y el comportamiento de una gran parte de la humanidad. Nos referimos a las gigantescas corporaciones tecnológicas, el conglomerado conocido como Big Tech.
Hoy, vamos a analizar cómo un puñado de empresas —Google (Alphabet), Meta (Facebook), Amazon, Apple, Microsoft— han pasado de ser innovadores de garaje a convertirse en el nuevo Estado Profundo. Un poder soberano digital que desafía a las naciones, moldea la percepción de la realidad y ejerce un control sobre nuestras vidas que los tiranos del pasado solo podrían haber soñado. Esta es la anatomía del nuevo gobierno invisible.
La soberanía digital: una nación sin territorio
Para entender el poder de Big Tech, debemos dejar de verlas como simples empresas. Son, en efecto, las primeras naciones-estado digitales.
- Población: Facebook tiene casi 3 mil millones de «ciudadanos» (usuarios activos mensuales), más que la población de China e India juntas. YouTube (Google) tiene más de 2.5 mil millones.
- Economía: El valor de mercado combinado de estas empresas supera el PIB de la mayoría de los países del mundo. Amazon es la infraestructura del comercio; Google, la puerta de entrada al conocimiento; Apple, el proveedor del hardware a través del cual experimentamos la realidad digital.
- Gobernanza: Sus «términos de servicio» actúan como una constitución, y sus decisiones de moderación de contenido, a menudo tomadas en secreto por algoritmos o comités no electos, tienen más impacto en la libertad de expresión global que las leyes de la mayoría de los países. La decisión de Twitter (ahora X) y Facebook de eliminar al entonces presidente de los Estados Unidos de sus plataformas en 2021 fue una demostración sin precedentes de este poder soberano.
A diferencia de los estados-nación tradicionales, no tienen fronteras físicas que defender ni una población a la que rendir cuentas en las urnas. Su poder es transnacional, etéreo y, en gran medida, no regulado.
El control de la información: los nuevos ministerios de la verdad
El poder más fundamental de Big Tech reside en su control casi monopólico sobre el flujo de información. Han reemplazado a los medios de comunicación tradicionales como los principales guardianes (gatekeepers) del conocimiento y el discurso público.
Google: el oráculo del mundo
Más del 90% de las búsquedas en internet se realizan a través de Google. Esto le otorga un poder casi divino para determinar qué información ve el mundo y cuál permanece invisible.
- Manipulación del ranking: A través de cambios sutiles en su algoritmo de búsqueda, Google puede elevar ciertas narrativas y suprimir otras. Un estudio del Dr. Robert Epstein demostró que el sesgo en los resultados de búsqueda puede cambiar las preferencias de voto de los electores indecisos en un 20% o más, un fenómeno que llamó el Efecto de Manipulación del Motor de Búsqueda (SEME).
- Censura invisible: La nueva censura no es la eliminación de un libro, sino su relegación a la página 50 de los resultados de búsqueda, donde efectivamente no existe.
Meta y X: los arquitectos de la realidad social
Plataformas como Facebook, Instagram y X no solo nos conectan; construyen la realidad social en la que vivimos.
- Ingeniería del comportamiento: Sus algoritmos están diseñados para maximizar el «engagement» (la interacción), lo que a menudo significa promover el contenido más emocionalmente polarizante. Han descubierto que la indignación y el conflicto son rentables, y han diseñado una máquina que los produce a escala industrial, fragmentando la sociedad en el proceso.
- Censura y «shadowbanning»: Estas plataformas tienen el poder de silenciar voces y suprimir historias que no se alinean con su agenda o la de sus socios gubernamentales. El «shadowbanning» (reducir la visibilidad de un usuario sin que este lo sepa) es una forma de censura particularmente insidiosa.
La vigilancia masiva como modelo de negocio
El antiguo adagio «si no pagas por el producto, tú eres el producto» nunca ha sido más cierto. El modelo de negocio de gigantes como Google y Meta se basa en la vigilancia masiva.
- Recolección de datos: Cada búsqueda que realiza, cada «me gusta» que da, cada lugar que visita con su teléfono, cada conversación que tiene cerca de un dispositivo con micrófono… todo es recolectado, analizado y almacenado. Han compilado los expedientes psicológicos más completos de miles de millones de personas en la historia.
- Mercado de predicción: Estos datos no se utilizan solo para mostrarle anuncios de zapatos. Se utilizan para crear modelos predictivos de su comportamiento. Big Tech no vende sus datos; vende predicciones sobre lo que usted hará, comprará o pensará a continuación. Son los mayores corredores de futuros humanos del mundo.
- Simbiosis con el Estado Profundo: Esta vasta infraestructura de vigilancia no solo sirve a fines comerciales. Es un recurso invaluable para las agencias de inteligencia. Programas como PRISM, revelados por Edward Snowden, demostraron que la NSA tenía acceso directo a los servidores de Google, Facebook, Apple y otros, creando una simbiosis perfecta entre el poder corporativo y el poder estatal. Big Tech recopila los datos; el Estado Profundo los utiliza.
La puerta giratoria 2.0: de Washington al Silicon Valley
Al igual que el antiguo complejo militar-industrial, Big Tech ha perfeccionado el arte de la «puerta giratoria» para asegurar su influencia política y evitar la regulación.
- De la Casa Blanca a Google: Altos funcionarios de las administraciones presidenciales (tanto demócratas como republicanas) abandonan sus puestos en el gobierno para ocupar cargos de lobby o de política pública muy bien remunerados en las grandes tecnológicas.
- Del Pentágono a Amazon: Amazon Web Services (AWS) se ha convertido en la columna vertebral de la nube para la CIA y el Pentágono, asegurando contratos multimillonarios. La línea entre la infraestructura tecnológica y la infraestructura de seguridad nacional se ha borrado por completo.
- Lobby masivo: Big Tech gasta cientos de millones de dólares cada año en lobby para asegurarse de que cualquier legislación antimonopolio o de privacidad sea debilitada o eliminada. Han «capturado» eficazmente a los reguladores que se supone que deben controlarlos.
El futuro del control: hacia una tecnocracia global
El ascenso de Big Tech como el nuevo poder oculto no es un accidente. Representa la siguiente fase en la evolución del control: la transición de un poder basado en la fuerza bruta a un poder basado en la gestión de la información y la ingeniería del comportamiento. Es el amanecer de la tecnocracia: un sistema donde la sociedad es gobernada no por políticos electos, sino por una élite técnica que gestiona la población basándose en datos y algoritmos.
En este nuevo paradigma:
- La disidencia se convierte en un «error de información»: Las opiniones que desafían la narrativa dominante no se debaten; se etiquetan como «desinformación» y se eliminan algorítmicamente.
- El comportamiento se gestiona, no se gobierna: A través de sistemas de crédito social (ya en marcha en China y propuestos en Occidente) y monedas digitales programables, el comportamiento deseado puede ser incentivado y el comportamiento no deseado puede ser castigado de forma automática y eficiente.
- La realidad misma se vuelve programable: Con el advenimiento del metaverso y la realidad aumentada, estas corporaciones no solo controlarán la información sobre el mundo, sino la experiencia misma del mundo.
En conclusión, las corporaciones tecnológicas han dejado de ser simples proveedores de servicios para convertirse en los arquitectos de nuestra realidad. Han construido una infraestructura de vigilancia y control que supera la de cualquier estado-nación, y lo han hecho bajo la apariencia de la conveniencia, la conexión y el «progreso».
El antiguo Estado Profundo, con sus espías y sus generales, no ha desaparecido. Simplemente ha encontrado a su socio perfecto. La alianza entre la inteligencia de Washington y la tecnología de Silicon Valley ha creado la estructura de poder más formidable de la historia humana. Reconocer esta nueva realidad es el primer y más crucial paso para empezar a pensar en cómo podemos reclamar nuestra soberanía digital e intelectual.








